Prejuicios y Tercera Edad: Ser Viejos Hoy

 

Hoy quiero hablar no de adultos mayores, sino de viejos a secas, palabra que no considero peyorativa. No es lo mismo ser viejo hoy que lo que significaba ser viejo hace 50 años. Hoy si un señor mayor muy activo nos dice que tiene 80 años, lo primero que pensamos es que no los aparenta, y hasta en esta reacción insignificante aparecen prejuicios contra la vejez.
No se trata sólo una cuestión cronológica, porque hay también jóvenes viejos. El “viejismo”, una valoración espontánea de carácter negativo de la vejez entendida cronológicamente, por ejemplo, a partir de la jubilación, que en realidad no tiene que ver con el tiempo transcurrido en el cuerpo ni en la mente.

Vejez y Prejuicios: La actualidad

El paso a la vejez es entonces un hecho social y discursivo.
La vejez, con suerte, es el período más largo de la vida que nos tocará vivir. Si tenemos 30 años por delante, pensemos bien qué vamos a hacer: tenemos una nueva oportunidad para desplegar cosas que no se pudieron hacer antes.
La vejez no es sinónimo de enfermedad.
Hay viejos sanos que disfrutan de esta etapa. Es más difícil justamente para los viejos que están enfermos. Muchos esgrimen que ya no son los de antes, y yo les digo que por suerte; que la vida nos sirve para madurar.
Si estamos impregnados por los prejuicios de la vejez, no vamos a ser muy felices. El ser quejoso es una dificultad enorme para poder envejecer bien. Son estos los viejos que terminan en los clásicos geriátricos porque no son tolerados en el ámbito de la familia.
Los hijos les preguntan ¿cómo andás? y es como destapar un dique de quejas. Pero una madre vieja que se queja ahora, en realidad se quejó toda la vida, pero nunca nos dimos cuenta. Ahora, en el silencio de la pasividad, la queja retumba en toda la casa. Esto avasalla a la familia, y sobre todo a la hija mujer Esta es una situación muy común: las hijas vienen hoy doblemente traumatizadas, por la culpa y por la queja: “esta madre me ayudó tanto, en mi propia crianza, la de mis hijos, con mi matrimonio, pero ahora tengo que estar sometida a esta tortura de queja continua”. Yo les digo esto muy claramente a mis pacientes mayores: si no escuchan las situaciones de sus hijos y se quedan en la queja, van derecho a un geriátrico.

Un problema típico es la dificultad para que las personas mayores acepten ayuda. Se requiere cierta plasticidad y no quedarse rígidamente con el modelo que fue útil de joven. Muchas veces, estar internados en un geriátrico es mejor que estar solos en un departamento. Se pueden hacer contactos y tener proyectos para pasarla bien. Se envejece como se ha vivido.
La vejez no hace más que amplificar las principales características de cada personalidad.

Otro mito: el decaimiento intelectual. La inteligencia no merma, pero sí cambia el tiempo que necesitamos para las tareas. Se exacerban la impaciencia o la inquietud y a veces hay depresión, que pocas veces se detecta y se diagnostica. Pero observen bien qué pasa en las plazas: vean cómo se divierten los viejos. Vemos a los que vienen a quejarse, pero no vemos a los que están bien.La vejez es además una etapa particularmente apta para contactarse más directamente con el aspecto espiritual de la existencia.

Cuando se habla de la vejez se hace en general, con un cierto número de años, pero no; la vejez es personal, es la de cada uno. Cada uno hace su propia vejez de acuerdo a cómo ha vivido y ha orientado su vida. Hay “las vejeces”, porque no se pueden homologar aunque los parámetros médicos sean los mismos.
Lo importante al pasar los años no es el número sino la biografía.

Es el momento de la vida en donde somos más personales y únicos, radicalmente distintos. Recapturamos en esta etapa rasgos de Juventud, y por eso es muy común el fenómeno de reminiscencia: uno necesita repasar la vida, reconstruirla, antes de entregarla. Por eso el viejo vuelve una y otra vez con los mismos cuentos. Y esto es también lo que acerca a las generaciones, a sus nietos pequeños, que escuchan encantados la repetición de sus historias y se llevan recuerdos del abuelo que en otro momento, cuando él ya no esté, volverán y los ayudarán.

Dra. Haydée Andrés
Médica Psiquiatra,UBA
Ex presidente de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría
Directora, Centro de Rehabilitación Geriátrica de la Fundación San Rafael

Esta entrada tiene un comentario

  1. Avatar

    Enriquecedor, brillante mirada que no se comparte mucho..

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